Ing. Enrique Larios Arellano, presidente municipal en el periodo 2007-2010 |
24 de mayo de 2011. A las siete de la mañana fallece Juan Manuel Cervantes Rivas. A las cinco de la tarde de este mismo día, Enrique Larios Arellano, en camino a la guardia de honor que se le rindió a Juan Manuel Cervantes, sufre un accidente que le provoca la muerte. Ambos, ingenieros civiles. Expresidentes del Teúl los dos.
Se trata de dos acontecimientos lamentables. Dos hechos que producen sentimientos de pérdida, de tristeza, de sorpresa. Se experimenta una necesidad de guardar respeto frente a lo irremediable. La presencia de la muerte es un momento en que uno se siente naturalmente movido a la introspección.
Sogyal Rimponché ha escrito que no habría ninguna necesidad de conocer la muerte si sólo ocurriera una vez. Pero la vida es una continua danza de nacimiento y muerte. Cada que se oye el murmullo de un arroyo que baja por la pendiente del cerro, o las olas que rompen la orilla del mar, o el palpitar del propio corazón, oimos el sonido y el mensaje de que la vida es nacer y morir. Estos pequeños cambios son pequeñas muertes. Son el latido de la muerte que nos invita a comprender la vida y a soltar todas las cosas a las que nos aferramos.
Cada vida que se apaga es una pérdida. Un dolor mayor para familiares, amigos y compañeros. Una tristeza para la comunidad a la que pertenecieron. Un espacio vacío de humanidad, la humanidad que deja vacante la persona que fallece. Pero es también un motivo para pensar el ejemplo, las virtudes, el legado espiritual, el lado humano de las personas que ya no están con nosotros.
El Teúl atraviesa momentos de incertidumbre, de desasosiego, de confusión, de temor. La desconfianza, la indolencia y la división amenazan la convivencia en nuestra pequeña comunidad.
El fallecimiento reciente de los ingenieros Juan Manuel y Enrique es una oportunidad para meditar sobre la muerte. La vida es corta y la muerte es un proceso que forma parte de la vida.
Es absurdo gastar nuestro breve tiempo en dar la espalda a lo que somos realmente como personas individuales y como personas integradas a una sociedad. Hay modos equivocados de vivir: la flojera, la competencia, la indiferencia, la desesperanza, la rutina, el egoísmo, la ambición, el deseo de tener, el afán de prestigio, la división por atender a intereses mezquinos individuales o de grupo. Todo esto reduce la alegría de vivir.
Mejor es dejar la jactancia sin esperanzas y volver a un modo de vida sencillo, cordial, que busque comprender, aceptar las diferencias, trabajar por ideales y objetivos comunes.
La grandeza del pasado teulense y su rico patrimonio cultural, son una herencia que podemos valorar y acrecentar si reconocemos que nos necesitamos unos a otros y por tanto, nos decidimos a cultivar un mayor sentido de responsabilidad para con el mundo y el prójimo. ¿Hay otra manera mejor de honrar la memoria de nuestros difuntos?
Reciban nuestra solidaridad las familias de los ingenieros Juan Manuel Cervantes Rivas y Enrique Larios Arellano.