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jueves, 11 de agosto de 2011

Recuento del Día del Hijo Ausente: la fiesta de volver a las raíces


Vitalidad y algarabía del Hijo Ausente 2011 en el Teúl de González Ortega

HUGO ÁVILA GÓMEZ
Vino menos gente que otras ocasiones. Confirmado. Se sabía de cierto que se iba a suspender la celebración del Hijo Ausente este año. El programa de la fiesta se publicó con poca anticipación, rozando ya la llegada del primer sábado de agosto. Y la cosa no es para menos. Han pasado acontecimientos graves. Unos pocos aquí en el pueblo y otros en los alrededores, pero es casi igual. Estamos tan cerca, que las consecuencias de los destinos de los pueblos vecinos nos alcanzan a nosotros. La desgracia ajena también nos lastima. Corren de boca en boca historias y rumores. Casos verídicos se mezclan con inventos nacidos del morbo, del miedo y de la imaginación que goza con asustar y asustarse. El ruido confuso de voces y la desinformación oficial provoca incertidumbre y desasosiego.
Este año no hubo Semana Cultural previa a la fiesta del Hijo Ausente. Fue muy insípida la preparación espiritual de la llegada de los teulenses y sus familias que vuelven a sus raíces. Con todo y eso, llegó el momento esperado por muchos. El viernes 5 de agosto se dejaron sentir los aires de fiesta. Laura Solar, que junto con Peter Jiménez, dirige las investigaciones arqueológicas del sitio ceremonial del Cerro del Teul, dio una plática en un Teatro Parroquial abarrotado. Pocas conferencias han tenido tanta convocatoria como ésta donde el tema central fue la fisonomía y el modo de ser y de vivir de los antiguos teulenses. Una extensa y profunda explicación en base a huesos, tepalcates, piedras, esculturas, terrazas, pirámides, el horno, el juego de pelota, el canal ritual para transportar agua, el drenaje profundo recién encontrado, las reliquias de piedra semipreciosas, los entierros. Empiezan a ser interpretados los vestigios de las culturas antiguas que poblaron el Cerro en distintos momentos y épocas, de manera ininterrumpida desde el siglo II a. C. La conclusión a la que están llegando los arqueólogos es que los indígenas que habitaron en el Teul antes de la llegada de los españoles eran gente inteligente, sabia, creativa, emprendedora, con un profundo sentido estético y sagrado de la vida; admirable y sinceramente respetuosos de la naturaleza.
Al término de la conferencia vinieron los gritos lanzados al cielo, la música de banda, los abrazos, el júbilo de volver a la tierra, el placer de encontrar a viejos amigos. Los cuerpos se energizaron con el calor del jugo del mezcal. Imposible saber cuántos garrafones y botellas de mezcal y tequila circularon y se consumieron en la Callejoneada de apertura del Hijo Ausente. El baile espontáneo duró casi hasta la una de la mañana. La Plaza de Arriba volvió a ser punto de encuentro y eje desde donde nacen y giran los sueños, los deseos, las frustraciones, las amistades, los sentimientos de pertenencia. La lluvia, que en ocasiones comunes y corrientes, desbarata concentraciones humanas, esta vez fue ignorada y los cuerpos mojados siguieron en lo suyo, la fiesta que permite el encuentro de los teulenses transterrados y los que abren puertas, ventanas, brazos, abrazos y corazones para  recibir a los ausentes que vuelven esperando encontrar lo que nunca han perdido. La fiesta del Hijo Ausente es para dejar brotar los sentimientos de la tierra que no nos abandona. Al Teul se le carga a cuestas estando lejos o estando cerca. El Teul ha bautizado lo que somos, lo que decimos, lo que pensamos, lo que hacemos, lo que buscamos. Porque somos hijos de esta Tierra, el Día del Hijo Ausente logra que nos una la nostalgia y el amor por las raíces, un amor inexpresable con palabras. Por eso los ojos se iluminan. Por eso los abrazos, los brindis, los recuerdos, los planes, los proyectos, el júbilo, la alegría y demás emociones que desbordan lo que se pueda decir con las infinitas combinaciones del alfabeto.
El sábado 6 de agosto, el mero día del Hijo Ausente, hubo carrera atlética, torneo de futbol, recibimiento en la Secundaria, celebración religiosa en el templo de San Juan Bautista, torneo de pesca y el ya clásico Paseo en la Laguna del Paisano. De toda la fiesta, este es el lugar y el momento que congrega mayor cantidad de personas. Desde que nació la tradición, quizás sea éste el Día del Hijo Ausente que menos gente ha reunido. Sobran explicaciones. Pero se impone la voluntad de fiesta, de amistad y de convivencia.
Se entrega un reconocimiento a la abundante y creativa labor literaria del don Luis Sandoval Godoy. No estuvo presente. No gusta de estar en concentraciones ruidosas. Pero el pueblo del Teul, a través de sus representantes civiles, hace visible su reconocimiento a una obra constante y prolífica, que en mucho ha ayudado a la forja de la identidad teulense. Ese día se dio de ver el agradecimiento por los beneficios de la escritura de don Luis Sandoval, un hombre que, como Azorín (su maestro) ha ganado con talento y esfuerzo un estilo caracterizado por la nitidez en la idea, pureza en la palabra y encanto en la imagen.
En el mismo Paseo del Hijo Ausente, la Asociación Internacional de Prensa, Radio y Televisión de Las Vegas, Nevada, entregó al Teul de González Ortega el premio Máximo Orgullo Teulense, reconocimiento que se entrega a personalidades del mundo hispano, principalmente gente del espectáculo, como Julio Iglesias, Camilo Sexto, Vicente y Alejandro Fernández, Capulina, y que ahora se otorga al Teul con motivo de ser el Pueblo Mágico número 40 y haber cumplido 475 años de su fundación mestiza. El médico Juan Carlos Valdez Castañeda, hijo ausente del Teul, fue el promotor y portador de la distinción internacional que se entrega en aquel lugar de los Estados Unidos de Norteamérica.
Por la noche del 6 de agosto la fiesta regresó a la Plaza de Arriba. Música de banda y puestos de kermesse ambientaron la presencia de quienes seguía activa la cuerda de darle vuelo a la hilacha. A una cuadra de ahí, en el Auditorio Municipal, empezaba el Baile del Hijo Ausente y presentación de las candidatas a Reina de las Fiestas Patrias. Con tan mala suerte, que ocurrió lo que no había sucedido en toda la temporada de aguas: dos tormentas consecutivas dejaron sentir su fuerza imponente. Para colmo de males, se fue la luz casi durante una hora. Quién sabe el número de vestidos y trajes de gala que se quedaron en el closet. La lluvia y la oscuridad fueron la causa del arrepentimiento de muchos. Aun así hubo baile y la asistencia fue razonablemente decente.
La fiesta cerró el domingo. Alrededor de 300 personas, la mayoría hijos ausentes, subieron al Cerro, para visitar la Zona Arqueológica, que se abrió al público para dar explicación en vivo de los hallazgos obtenidos hasta el momento. La arqueóloga Laura Solar dio la noticia que es muy probable que para octubre del 2012 ya esté abierta una sección del Cerro como museo de sitio. Las pesadas lonas que cubren los vestigios fueron levantadas para permitir la vista del Patio de los Dos Montículos, el canal en forma de serpiente, el Patio Hundido, las dos esculturas de jugadores de pelota y el juego de pelota. Los visitantes se emocionan al ver tan de cerca los descubrimientos de los arqueólogos. En el aire flota el orgullo colectivo de sentirse herederos de una grandeza indígena teulense apenas por estudiar.  Es notoria la satisfacción de quienes hacen el recorrido. Por lo que acaban de ver quizás hacemos de cuenta que acaban de ganar el campeonato mundial de futbol.
A media mañana se juega en la unidad deportiva otro torneo de futbol, donde por cierto fue ganado por un equipo de Florencia. Gerardo Orozco, que el día anterior en Paseo del Hijo Ausente organizó un laberinto y un juego de destruir un carro, tomó la iniciativa, junto con un grupo de amigos, de construir al borde la presa La Aticuata la primera tirolesa de que se tiene conocimiento en el Teul. Un experimento que tiene el mérito de ser un esfuerzo con los propios y limitados recursos, pero con suficiente ingenio como para ser un proyecto que pronto cuajará en una tirolesa completa y profesional.
Por la tarde, un grupo de muchachos, como en años anteriores, salió a las calles a caballo, arrastrando la música y compartiendo tragos de amargo licor. Una cabalgata improvisada que despertó la curiosidad de las personas que se encontraban por donde pasaba esa callejoneada de a caballo. El Hijo Ausente fue cerrado con música de banda en la Plaza de Arriba y un nuevo baile espontáneo que terminó hasta la madrugada.
Así transcurrió el festejo que empezó con incertidumbre y con timidez, pero que cobró vitalidad y algarabía conforme crecía el empuje del alma popular, que es una fuerza poderosa alimentada por el instinto de vivir y convivir.

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