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martes, 27 de marzo de 2012

Da inicio el proyecto de programar grupos de visitantes al Teul de González Ortega


Visita al Teul un grupo de estudiantes de Turismo del CUNORTE


Julio Oliver Larios Veliz
Estudiante de 2º de Preparatoria

Teul de González Ortega, Zac (26 de marzo de 2012).- Son las nueve de la mañana del jueves 22 de marzo y un grupo de 44 estudiantes de turismo y tres profesores del CUNORTE, de la Universidad de Guadalajara llegan al Teul. Bajan de sus camiones enfrente del camino que los lleva a la Zona Arqueológica del Cerro del Teul. Los estaban esperando el Jefe del Departamento de Turismo del Teul, Juan Antonio González y los guías de turistas Nora González Torres, Miguel Ángel Ávila Murillo y Osvaldo Ávila Murillo, además de seis estudiantes de la Prepa González Ortega que llegamos para colaborar en esta visita.
Había que estar a las 9:30 en la entrada de la Zona Arqueológica. Los arqueólogos ya nos estaban esperando porque la visita se programó con anticipación. Nos guiaron tres personas conocedoras del proyecto, quienes nos hicieron la presentación de cada uno de los espacios que han descubierto. Así caminamos por la Plaza de los Montículos, el Patio Hundido, el Juego de Pelota y también vimos las esculturas monumentales de los jugadores de pelota decapitados. Se nos comentó que probablemente para finales de este año se abra al público parte de la Zona Arqueológica que se ha explorado y que se pondrá en función un Museo Histórico en la cabecera municipal del Teul, donde se exhibirán las piezas encontradas.
Al terminar el recorrido por la Zona Arqueológica fuimos a desayunar al Mercado, al cual llegamos como a las 11:10 de la mañana. Les dieron 30 minutos para su desayuno. A las 11:40 todo el grupo se reunió en la Plaza de Abajo y de ahí nos dirigimos a la fábrica de mezcal “Don Aurelio”. El mismo dueño, Aurelio Lamas Luna, nos dio un recorrido por la taberna y una explicación de todo el proceso de elaboración del mezcal. Los estudiantes pudieron saborear el mezcal reposado y deliciosísimas cremas de mezcal de sabores: piñón, coco y almendras. De ahí nos dirigimos al templo de San Juan Bautista, donde el grupo se dividió en dos para agilizar el recorrido. Se visitó el Patio de las Campanas, el Museo Parroquial y el Curato o casa del señor cura y también el teatro parroquial.

Al terminar el recorrido por el templo y sus alrededores, ya era hora de comida. Para entonces la mesa estaba puesta en el restaurante Casa Don Ramón, atendido por su dueño, Francisco Martínez Torres. Como entrada hubo tostadas de ceviche; de plato fuerte sirvieron una sabrosa mojarra dorada con ensalada y arroz blanco; de postre, arroz con leche y yerbanís. De tomar se ofreció agua fresca de tamarindo y horchata.
Después de terminar de comer, los estudiantes del CUNORTE hicieron un breve recorrido por la Presa del Teul y como las cinco de la tarde se dio por terminado el paseo en el Teul y regresaron a Colotlán.
Antes de partir, los estudiantes de la Preparatoria que los acompañamos en todo el recorrido les entregamos un cuestionario para registrar su opinión de la visita a nuestro pueblo. En resumen, los estudiantes del CUNORTE manifestaron que lo que más les gustó fue la taberna, el centro histórico y además les pareció muy interesante la Zona Arqueológica. Al responder a la pregunta de lo que tenemos que mejorar los teulenses, nos respondieron que se pueden mejorar los baños públicos y que haya más servicios a los visitantes. También propusieron que haya más difusión del Teul como pueblo mágico. También opinaron que el Teul es un pueblo muy interesante y con una riqueza cultural que llama la atención.

domingo, 11 de marzo de 2012

Peter Jiménez, en búsqueda de la historia


Llega a México atraído por su rico pasado

Texto: Redacción. Fotos: Edgar Chávez / Imagen Zacatecas / Zacatecas - 11 de Marzo del 2012

Originario de un pueblo en el medio oeste de Estados Unidos, Peter Jiménez Betts llegó a México a principios de los ochenta atraído por el rico pasado y el colorido de un país que lo fascinó desde niño; al terminar sus estudios de arqueología en Puebla tenía muy claro que su área de estudio estaba en el sur de Zacatecas y aunque vive aquí desde hace 25 años, fue hasta hace tres cuando pudo iniciar el proyecto para el que siente que se ha preparado toda su vida.
 
En la casa desde la que actualmente dirige el proyecto arqueológico de Cerro del Teúl, Peter recuerda su primera visita a México, la influencia de sus grandes maestros en la universidad, su llegada a Zacatecas en tiempos del gobernador Cervantes Corona, así como los difíciles años de su enfermedad mientras trabajaba en La Quemada y que paradójicamente han sido los más productivos de su carrera.
 
Con un perfecto dominio del español, aunque sin dejar del todo su acento extranjero, Peter empieza hablando sobre el gran verano del 67, en que pasó sus vacaciones en Sonora; recuerda la euforia que había en el país por las olimpiadas que se celebrarían al año siguiente, y se emociona con la evocación de olores, sabores y sonidos que experimentó por primera vez cuando tenía 10 años.
 
“Vives en un rincón de Estados Unidos, en un mundito del cual sales para darte cuenta que hay todo un mundo por descubrir”, dice, y luego sigue con el relato de sus posteriores visitas, durante las que aprendió español.
 
Cuenta con detalle su primera vez en la Ciudad de México, donde conoció la riqueza de nuestro pasado en el Museo Nacional de Antropología e Historia y en la que percibió caos y movimiento que contrastaban con la monótona vida en EU.
El impacto fue tal que Peter decidió pedir su cambio de la Universidad de Minnesota a la Universidad de las Américas (UDLA), en Puebla, donde terminó sus estudios en Antropología con especialización en Arqueología.
Los maestros

La experiencia en Puebla fue magnífica para Peter, pues además de la oportunidad de realizar sus prácticas en importantes sitios de la región como Cholula, Huejotzingo o Teotihuacán, ahí conoció a su gran maestro, Wigberto Jiménez.
 
“Es la persona más inteligente que he conocido en toda mi vida, era un genio, sabía más de 10 idiomas. En sus clases de Mesoamérica alcanzabas la iluminación. En serio, yo salía casi flotando”, comenta como si él mismo no pudiera dar crédito.
 
 Fue durante las comidas que compartía con Jiménez Moreno, las cuales se convertían en auténticas cátedras en las que el entonces estudiante tenía que apuntar en servilletas, que Peter cambió a la cultura Olmeca, que le interesaba mucho, por los pueblos que habitaron el sur de Zacatecas y el norte de Jalisco.
 
Ahí estaba uno de los grandes huecos de la arqueología mexicana en los ochentas, y fue por ello que Jiménez Moreno le recomendó a Peter buscar a Charles Kelley, el pionero de los estudios en esa zona y quien sentó las bases de la arqueología en Zacatecas y Durango gracias a trabajos como el que realizó en Altavista, Chalchihuites.
 
 “Si Jiménez Moreno ha sido la persona más inteligente que he conocido, Kelley es la segunda más inteligente; ambos fueron muy generosos”, afirma Peter con respecto a sus dos maestros.
 
En 1983, Peter llegó a El Paso, Texas para estar en contacto con Kelley, quien le dio libre acceso a su biblioteca y archivo personal; fue el mismo Kelley quien le recomendó visitar la colección arqueológica que Federico Sesscose había formado como delegado honorífico del INAH en Zacatecas.
Poco después de haber entrado en contacto, don Federico llamó a Peter para pedirle que lo acompañara en un recorrido junto con el gobernador José Guadalupe Cervantes y Enrique Florescano, en ese entonces director del INAH, por los principales sitios arqueológicos del estado.
 
Tras el recorrido en el que sirvió como guía, Peter tuvo la oportunidad de mudarse a Zacatecas para trabajar en el Atlas Arqueológico Nacional que preparaba el INAH; el problema estuvo en que el salario era menor del que ganaba en Torreón, donde apenas se había establecido y comenzaba a formar una familia. 
Contra los consejos de algunos familiares que le recomendaban la estabilidad económica, el joven arqueólogo decidió venir a Zacatecas en 1985 y realizar el trabajo para el que lo habían preparado sus maestros.

Su llegada a Zacatecas

Peter recuerda los años en que llegó a Zacatecas, como un tiempo en que las cosas empezaban a cambiar especialmente en temas de conservación; la restauración del Teatro Calderón, la adecuación de lo que sería el Museo Pedro Coronel así como al delimitación del polígono protegido en el Centro Histórico, son hechos, que según él significaron el despertar de la conciencia de los Zacatecanos a favor de su patrimonio cultural.
 
En ello reconoce la gran intervención del gobernador Cervantes Corona, de quién Peter recuerda memorables anécdotas.
 
Como arqueólogo del estado, Peter recorrió todos sus municipios en las grandes giras que realizaba Cervantes Corona, y gracias a la información de maestros rurales y cronistas pudo elaborar un mapa con los yacimientos arqueológicos.
 
Llegado el momento, sugirió al gobernador que se intervinieran los sitios de La Quemada y Altavista, que estaban abiertos público pero se encontraban en un estado deplorable; Cervantes Corona aceptó a pesar de que él quería iniciar los trabajos de investigación en Cerro del
Teúl, en su tierra natal.

A finales de los ochentas, con Peter como responsable de la restauración del sitio de La quemada, y la arqueóloga Baudelina García recién llegada a Altavista, puede decirse que inició la arqueología contemporánea en Zacatecas.
 
Un poco de su propia historia
 
Hacia 1987, cuando por fin se había metido de lleno a la arqueología, Peter empezó a tener problemas de salud que se manifestaron en forma de mareos, vértigo y agotamiento, y que se intensificaron en los años siguientes hasta degenerar en ataques nocturnos que iniciaban con el entumecimiento del lado derecho de su cuerpo y seguían hasta dejarlo completamente paralizado.

“Llegaba al hospital de noche con unos dolores muy fuertes, al tratar de decirle al doctor no podía hablar, y luego trataba de escribirlo pero mis manos no reaccionaban”, comenta el entrevistado en el relato de ese terrible episodio.
 
A la edad de 33 años Peter fue diagnosticado de esclerosis múltiple, una enfermedad que ataca el sistema nervioso central y puede dejar al paciente en un estado de parálisis total.
 
El doctor que lo trataba en El Paso, le dijo que debía elegir entre una silla de ruedas o empujar su cuerpo contra la enfermedad y adaptarse a los síntomas.
 
“Sabía que en la silla de ruedas la enfermedad me aplastaría, por lo mismo no quise comentarlo con nadie, no quería que la gente me compareciera pues eso sólo iba a debilitarme”, confiesa Peter, quien habló públicamente de su enfermedad hasta hace poco tiempo.
 
Decidido a ganarle la batalla a la esclerosis, siguió yendo a La Quemada, y cuando no podía caminar se quedaba escribiendo en casa.
 
Durante ese tiempo desarrolló varias técnicas para vencer los síntomas de la enfermedad, entre ellas el “caminar fotográfico”, que es una de sus favoritas y que hasta la fecha relata con mucha viveza.
 
Puesto que la esclerosis hace que los ojos se muevan involuntariamente, caminar es algo que Peter sólo logro dando pasos a ciegas con una imagen fugaz que captaba en un parpadeo, luego daba otro parpadeo y así avanzaba otro poco.
 
Curiosamente, en el momento más intenso de la enfermedad entre 1992 y 1993, Peter empezó a creer que iba a recuperarse mientras desarrollaba una filosofía de vida, producto de las crisis.
 
“Cuando tienes un pie en la tumba, y la tumba escupe tu pie, empiezas a ver la vida muy diferente”, comenta ahora.
 
Y continua, “Entonces aprendes a valorar un buen día, en serio no hay nada mejor que un día sin dolor, o cosas tan sencillas como poder caminar o masticar tu comida”.
 
Afortunadamente, Peter superó su mal y en los últimos años no ha tenido crisis graves, aunque reconoce que cada cierto tiempo la enfermedad le recuerda que está ahí.
 
Paradójicamente, los noventas fueron la década más productiva para el arqueólogo, y eso se debe según él a la sensación de que todo puede terminar de un momento a otro y es mejor gozar la vida .
 
En el 2000, Peter dejo La Quemada y tras algunos años que dedicó a estudiar su doctorado y trabajar en otros sitios o museos comunitarios, en 2009 inició el proyecto que inicialmente lo trajo.
 
Ahora por fin está realizando una investigación decisiva para la arqueología de la región sur de Zacatecas y norte de Jalisco en Cerro del Teúl.


Imagen, 11 de marzo de 2012

miércoles, 7 de marzo de 2012

Teulenses cuidan tesoro arqueológico


 
Teulenses trabajan en uno de los grandes tesoros del estado
 
 
Imagen Zacatecas / Zacatecas - 06 de Marzo del 2012
Texto: Redacción, 
Fotos: Edgar Chávez
Pocos conocen lo decisiva que es la participación de casi 70 teulenses en una investigación que aumentará de forma significativa la comprensión del pasado prehispánico en el sur de Zacatecas y en toda la región occidental del país.
En sus primeros tres años de actividad, el proyecto arqueológico del Cerro del Teul, ubicado en el Teul de González Ortega, ha generado gran curiosidad entre los especialistas y la población en general debido a sus grandes descubrimientos.
Pero el proyecto es realizado prácticamente por los mismos teulenses, pues salvo el equipo de cinco arqueólogos y una restauradora, entre los que se encuentran los responsables del proyecto, Peter Jiménez y Laura Solar, el resto de las casi 70 personas que trabajan en el sitio y en los laboratorios son originarios del Teul de González Ortega.
A diferencia de lo que podría pensarse, los hombres y mujeres del Teul no están limitados a tareas secundarias dentro del proyecto sino que, gracias a la capacitación y continua supervisión por parte de los investigadores, ocupan puestos de primera importancia en la excavación, registro, clasificación y restauración de materiales arqueológicos.
Esto a pesar de que la gran mayoría no tiene estudios superiores y trabajaban como amas de casa, albañiles o campesinos.
Ese es precisamente el caso de Pedro Enríquez Gaeta, quien porta orgulloso la cuchara con la que halló y desenterró a los dos jugadores de piedra de casi dos metros en el juego de pelota, y que hasta antes del inicio del proyecto en Cerro del Teul se dedicaba a la albañilería.
A juicio del mismo Peter Jiménez, Pedro, lo mismo que otros teulenses, tiene habilidades innatas que carecen algunos arqueólogos, lo que contrasta con la modestia con que el entrevistado habla sobre su trabajo.
“Eso de la albañilería le ayuda mucho a uno para saber cucharear, hay personas que empezaron sin saber bien cómo hacerle, en cambio uno tiene un poquito más de práctica, aunque yo de hecho a excavar me enseñé con el arqueólogo Luis Méndez”, dice Pedro, quien se integró al proyecto casi desde su inicio.

En los casi tres años que lleva excavando, Pedro ha aprendido a distinguir el color y textura de cada capa de tierra, datos que va apuntando en su diario de campo y que son fundamentales en la investigación arqueológica, pues son los que permiten definir los periodos de tiempo dentro del sitio.
Mientras habla de su experiencia, Pedro transmite el gran gusto y emoción que le provoca su trabajo; el mismo que sienten otros teulenses involucrados en el proyecto como Roberto Jacobo Cortés, quien es conocido como Maca y dirige al equipo de topografía.
El trabajo no pesa
Maca tuvo un sinnúmero de oficios a lo largo de su vida antes de volverse el responsable de la estación total con que se hacen los levantamientos topográficos en el sitio, y hasta la fecha combina su trabajo en el cerro con el de músico los fines de semana, tocando el clarinete con una de las bandas más populares del municipio, y también el acordeón con un conjunto norteño.
“Aquí el trabajo no pesa. Le agarras el sabor y van pasando los días sin que puedas avanzar tanto como quisieras”, comenta Maca mientras descarga en la computadora los puntos capturados por el láser de la estación total, mismos que sirven para generar las vistas tridimensionales del sitio.
Con la ayuda del arqueólogo Enrique Pérez, Maca aprendió el manejo de un equipo que sólo había visto cuando trabajaba en la construcción de una carretera; ahora lo utiliza siguiendo los criterios de la arqueología y a veces en condiciones imprevistas como lo es el interior de una tumba de tiro.
Las labores que Pedro o Maca desempeñan en el cerro junto a otras 30 personas son parte de lo que se llama trabajo de campo, el que comprende la excavación en sí, el cribado o colado de la tierra por el que se separan hasta los más pequeños vestigios, así como varias formas de registro en dibujo, fotografía y topografía.
Además está el trabajo de gabinete, que se refiere a la clasificación de todos los materiales, el análisis y restauración de piezas, lo mismo que a la formación de grandes bases de datos que permitan a los arqueólogos obtener sus conclusiones.
En el caso del proyecto de Cerro del Teul, ese trabajo se realiza en una casa de la calle Francisco I. Madero, a unos cuantos pasos del templo principal. Adentro, una veintena de mujeres se encargan del lavado, marcaje y embalaje de todos los materiales procedentes de la excavación.
Cada vestigio, por minúsculo que sea, es marcado con su NDP, un número que indica la capa y el lugar preciso donde fue hallado, para luego ser almacenado en cajas que a la fecha ya llenan varios cuartos de la casa.
Las encargadas de esa tarea son en su mayoría amas de casa como Martha Mercado, quien además de trabajar en las mesas de clasificación es parte del equipo de restauración que encabeza la restauradora Mariela Carrillo.
Martha comentá que entró sin tener una idea de lo que era una investigación arqueológica.
Obtuvo el trabajo porque solicitaban a alguien que supiera de manualidades y ella conoce las técnicas del migajón y el bordado de listón, pero nunca imaginó que trabajaría con piezas de más de mil años de antigüedad.
“Es un trabajo muy delicado y requiere mucha paciencia”, dice, y luego habla sobre todos los instrumentos que utiliza para limpiar perfectamente las piezas, pegarlas en los casos en que sea necesario o resanarlas.
Muchas de las piezas de cerámica que Martha ha ayudado a restaurar están listas para ser expuestas en un museo, el que podría instalarse en el mismo pueblo del Teul cuando el sitio sea abierto al público, probablemente a finales de este año.
Sangre joven
Para el museo de sitio también será de gran ayuda el trabajo que Miguel Ángel Maciel Chano y Daniel Ibarra Dani, dos jóvenes teulenses de 21 y 19 años, desarrollan en computadora.
Chano y Dani son un buen ejemplo de la forma en que el proyecto no sólo ha descubierto vestigios arqueológicos sino también talentos locales y en ese proceso se ha beneficiado.
Aunque ambos iniciaron trabajando en el cerro, con el tiempo pasaron al equipo de topografía y luego mostraron una sorprendente habilidad en cuestiones de computación que los ha llevado a manejar varios programas especializados sin otra ayuda que tutoriales en la red.
Con sus más de 25 años como arqueólogo, Peter Jiménez acepta que Chano y Dani le han enseñado cómo pueden hacerse cosas que él apenas conocía, y lo mejor de todo es que ellos mismos las investigan y desarrollan por iniciativa propia.
Es así como Dani trabaja en una animación que mostrará cómo era el juego de pelota con todo y jugadores, mientras que Chano desarrolla paseos virtuales por varias locaciones del cerro y recrea piezas de cerámica de forma tridimensional.
El tesoro
Tanto Pedro como Maca recuerdan haber subido al que ahora es su lugar de trabajo a jugar o escuchar misa el 3 de mayo cuando eran niños; en ese tiempo abundaban las leyendas sobre seres y hechos fantásticos al interior de la montaña, otras historias trataban sobre un tesoro que hasta el día de hoy ambos aseguran que ese tesoro existe, sólo que no es de oro como se pensaba, sino que se encuentra en los vestigios dejados por la gente que habitó ahí.
“Ya quisiera uno saber lo que ellos sabían”, dice Maca asombrado.
Por su parte, Pedro piensa que “tuvieron una inteligencia que nosotros no vamos a llegar a tener, porque ver cómo tallaban sus piedras sin tener ninguna herramienta especial ya habla de una cosa muy grande”.
Lo cierto es que los trabajos arqueológicos en que los dos participan han demostrado que el Cerro del Teul estuvo habitado durante cerca de 18 siglos, lo que indica la existencia de una cultura milenaria y por eso Pedro tiene toda la razón al afirmar que no cualquier pueblo tiene semejante riqueza.
Además de permitirles desenterrar esa riqueza y ofrecerles una importante fuente de empleo, el proyecto arqueológico de Cerro del Teul ha permitido que los teulenses descubran en sí mismos habilidades que siempre han estado ahí, esperando que llegue el momento de ser aprovechadas y ese bien podría ser el máximo hallazgo de los últimos tres años.

PRESENTACIÓN

La Labor es un espacio común donde podremos encontrarnos con el gusto de platicar, estar informados, revivir recuerdos entrañables, investigar la historia local, rescatar las pláticas de más antes, conocer los últimos acontecimientos, compartir las buenas nuevas y, sobre todo, para tender puentes de entendimiento y comprensión entre personas ligadas al terruño del sur de Zacatecas.

¡Bienvenid@s!