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miércoles, 7 de marzo de 2012

Teulenses cuidan tesoro arqueológico


 
Teulenses trabajan en uno de los grandes tesoros del estado
 
 
Imagen Zacatecas / Zacatecas - 06 de Marzo del 2012
Texto: Redacción, 
Fotos: Edgar Chávez
Pocos conocen lo decisiva que es la participación de casi 70 teulenses en una investigación que aumentará de forma significativa la comprensión del pasado prehispánico en el sur de Zacatecas y en toda la región occidental del país.
En sus primeros tres años de actividad, el proyecto arqueológico del Cerro del Teul, ubicado en el Teul de González Ortega, ha generado gran curiosidad entre los especialistas y la población en general debido a sus grandes descubrimientos.
Pero el proyecto es realizado prácticamente por los mismos teulenses, pues salvo el equipo de cinco arqueólogos y una restauradora, entre los que se encuentran los responsables del proyecto, Peter Jiménez y Laura Solar, el resto de las casi 70 personas que trabajan en el sitio y en los laboratorios son originarios del Teul de González Ortega.
A diferencia de lo que podría pensarse, los hombres y mujeres del Teul no están limitados a tareas secundarias dentro del proyecto sino que, gracias a la capacitación y continua supervisión por parte de los investigadores, ocupan puestos de primera importancia en la excavación, registro, clasificación y restauración de materiales arqueológicos.
Esto a pesar de que la gran mayoría no tiene estudios superiores y trabajaban como amas de casa, albañiles o campesinos.
Ese es precisamente el caso de Pedro Enríquez Gaeta, quien porta orgulloso la cuchara con la que halló y desenterró a los dos jugadores de piedra de casi dos metros en el juego de pelota, y que hasta antes del inicio del proyecto en Cerro del Teul se dedicaba a la albañilería.
A juicio del mismo Peter Jiménez, Pedro, lo mismo que otros teulenses, tiene habilidades innatas que carecen algunos arqueólogos, lo que contrasta con la modestia con que el entrevistado habla sobre su trabajo.
“Eso de la albañilería le ayuda mucho a uno para saber cucharear, hay personas que empezaron sin saber bien cómo hacerle, en cambio uno tiene un poquito más de práctica, aunque yo de hecho a excavar me enseñé con el arqueólogo Luis Méndez”, dice Pedro, quien se integró al proyecto casi desde su inicio.

En los casi tres años que lleva excavando, Pedro ha aprendido a distinguir el color y textura de cada capa de tierra, datos que va apuntando en su diario de campo y que son fundamentales en la investigación arqueológica, pues son los que permiten definir los periodos de tiempo dentro del sitio.
Mientras habla de su experiencia, Pedro transmite el gran gusto y emoción que le provoca su trabajo; el mismo que sienten otros teulenses involucrados en el proyecto como Roberto Jacobo Cortés, quien es conocido como Maca y dirige al equipo de topografía.
El trabajo no pesa
Maca tuvo un sinnúmero de oficios a lo largo de su vida antes de volverse el responsable de la estación total con que se hacen los levantamientos topográficos en el sitio, y hasta la fecha combina su trabajo en el cerro con el de músico los fines de semana, tocando el clarinete con una de las bandas más populares del municipio, y también el acordeón con un conjunto norteño.
“Aquí el trabajo no pesa. Le agarras el sabor y van pasando los días sin que puedas avanzar tanto como quisieras”, comenta Maca mientras descarga en la computadora los puntos capturados por el láser de la estación total, mismos que sirven para generar las vistas tridimensionales del sitio.
Con la ayuda del arqueólogo Enrique Pérez, Maca aprendió el manejo de un equipo que sólo había visto cuando trabajaba en la construcción de una carretera; ahora lo utiliza siguiendo los criterios de la arqueología y a veces en condiciones imprevistas como lo es el interior de una tumba de tiro.
Las labores que Pedro o Maca desempeñan en el cerro junto a otras 30 personas son parte de lo que se llama trabajo de campo, el que comprende la excavación en sí, el cribado o colado de la tierra por el que se separan hasta los más pequeños vestigios, así como varias formas de registro en dibujo, fotografía y topografía.
Además está el trabajo de gabinete, que se refiere a la clasificación de todos los materiales, el análisis y restauración de piezas, lo mismo que a la formación de grandes bases de datos que permitan a los arqueólogos obtener sus conclusiones.
En el caso del proyecto de Cerro del Teul, ese trabajo se realiza en una casa de la calle Francisco I. Madero, a unos cuantos pasos del templo principal. Adentro, una veintena de mujeres se encargan del lavado, marcaje y embalaje de todos los materiales procedentes de la excavación.
Cada vestigio, por minúsculo que sea, es marcado con su NDP, un número que indica la capa y el lugar preciso donde fue hallado, para luego ser almacenado en cajas que a la fecha ya llenan varios cuartos de la casa.
Las encargadas de esa tarea son en su mayoría amas de casa como Martha Mercado, quien además de trabajar en las mesas de clasificación es parte del equipo de restauración que encabeza la restauradora Mariela Carrillo.
Martha comentá que entró sin tener una idea de lo que era una investigación arqueológica.
Obtuvo el trabajo porque solicitaban a alguien que supiera de manualidades y ella conoce las técnicas del migajón y el bordado de listón, pero nunca imaginó que trabajaría con piezas de más de mil años de antigüedad.
“Es un trabajo muy delicado y requiere mucha paciencia”, dice, y luego habla sobre todos los instrumentos que utiliza para limpiar perfectamente las piezas, pegarlas en los casos en que sea necesario o resanarlas.
Muchas de las piezas de cerámica que Martha ha ayudado a restaurar están listas para ser expuestas en un museo, el que podría instalarse en el mismo pueblo del Teul cuando el sitio sea abierto al público, probablemente a finales de este año.
Sangre joven
Para el museo de sitio también será de gran ayuda el trabajo que Miguel Ángel Maciel Chano y Daniel Ibarra Dani, dos jóvenes teulenses de 21 y 19 años, desarrollan en computadora.
Chano y Dani son un buen ejemplo de la forma en que el proyecto no sólo ha descubierto vestigios arqueológicos sino también talentos locales y en ese proceso se ha beneficiado.
Aunque ambos iniciaron trabajando en el cerro, con el tiempo pasaron al equipo de topografía y luego mostraron una sorprendente habilidad en cuestiones de computación que los ha llevado a manejar varios programas especializados sin otra ayuda que tutoriales en la red.
Con sus más de 25 años como arqueólogo, Peter Jiménez acepta que Chano y Dani le han enseñado cómo pueden hacerse cosas que él apenas conocía, y lo mejor de todo es que ellos mismos las investigan y desarrollan por iniciativa propia.
Es así como Dani trabaja en una animación que mostrará cómo era el juego de pelota con todo y jugadores, mientras que Chano desarrolla paseos virtuales por varias locaciones del cerro y recrea piezas de cerámica de forma tridimensional.
El tesoro
Tanto Pedro como Maca recuerdan haber subido al que ahora es su lugar de trabajo a jugar o escuchar misa el 3 de mayo cuando eran niños; en ese tiempo abundaban las leyendas sobre seres y hechos fantásticos al interior de la montaña, otras historias trataban sobre un tesoro que hasta el día de hoy ambos aseguran que ese tesoro existe, sólo que no es de oro como se pensaba, sino que se encuentra en los vestigios dejados por la gente que habitó ahí.
“Ya quisiera uno saber lo que ellos sabían”, dice Maca asombrado.
Por su parte, Pedro piensa que “tuvieron una inteligencia que nosotros no vamos a llegar a tener, porque ver cómo tallaban sus piedras sin tener ninguna herramienta especial ya habla de una cosa muy grande”.
Lo cierto es que los trabajos arqueológicos en que los dos participan han demostrado que el Cerro del Teul estuvo habitado durante cerca de 18 siglos, lo que indica la existencia de una cultura milenaria y por eso Pedro tiene toda la razón al afirmar que no cualquier pueblo tiene semejante riqueza.
Además de permitirles desenterrar esa riqueza y ofrecerles una importante fuente de empleo, el proyecto arqueológico de Cerro del Teul ha permitido que los teulenses descubran en sí mismos habilidades que siempre han estado ahí, esperando que llegue el momento de ser aprovechadas y ese bien podría ser el máximo hallazgo de los últimos tres años.

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