No puede vivir feliz quien solamente mira a sí mismo,
quien todo lo refiere a su utilidad;
es necesario que vivas para otro, si quieres vivir para ti mismo.
Séneca
Cartas a Lucilio
XLVIII. De los deberes de la amistad y de los del filósofo
Hugo Ávila Gómez
Antes
de la llegada de los españoles, los antiguos mexicanos que habitaban
estas tierras vivían regidos por la costumbre, nacida de la experiencia
que había permitido llegar a acuerdos básicos que garantizaban la
subsistencia de todos, incluidos los pobres; además de que el grupo
social formaba la identidad de las personas que se sentían profundamente
unidas a su comunidad.
Cierto
que no eran sociedades con abundancia de bienes materiales, ya que para
ellas sólo bastaba cubrir las necesidades fundamentales de comida,
vestido, habitación, recreación, respeto a lo sagrado y pertenencia a
una comunidad a través de la tradición y distintos ritos comunitarios.
No ocupaban más. Sabían perfectamente hasta dónde era suficiente. Todo
esto quedaba establecido en un sistema legal de carácter oral, que
establecía lazos de deberes y obligaciones mutuas. Todo mundo estaba
comprometido con el bien general de la comunidad.
El
desorden empezó cuando llegaron los españoles conquistadores. Ellos
venían en plan de dominio. Por eso destruyeron buena parte de la cultura
y las costumbres indígenas. Una nueva manera de vivir se implantó por
la fuerza. Quienes antes eran libres y sólo dependían de la costumbre
comunitaria, ahora fueron obligados a trabajar para otros y dependían,
en ocasiones, de un raquítico salario. Si antes la comunidad se ocupaba
de ver por la subsistencia de todos, el régimen español mandó al
desamparo a las viudas, huérfanos, enfermos, ancianos. Los indios fueron
obligados a renunciar a las raíces que les daban identidad, para
adaptarse a modos extraños de ser y vivir.
La
independencia de México sirvió para cambiar de patrón. En los siglos
XIX y XX fueron los criollos y mestizos ambiciosos quienes tuvieron el
control de la sociedad, regidos por una nueva ideología: el liberalismo,
que enseña que cada quien debe rascarse con sus propias uñas y promete
un futuro de prosperidad (que nunca llega) a todos lo que se adapten a
una sociedad laica, republicana, desigual, injusta y corrupta.
Trescientos
años de dominio español y doscientos de liberalismo han servido para
ocultar al Teul mexicano, sostenido por la memoria, los deberes
recíprocos, la cortesía de cuidarse unos a otros, la comunidad, la
tradición fincada en el corazón del pueblo y la relación amorosa con la
tierra.
Tres siglos de colonia, dos de estado republicano y treinta años de neoliberalismo han conseguido que la gente haya perdido confianza en sus propias capacidades y espere soluciones venidas de fuera. 500 años de historia colonial y de dependencia han logrado forjar un ambiente individualista, que sofoca los vínculos humanos de ayuda mutua y que ha creado una clase política que sólo piensa en su interés personal y de grupo. 500 años en donde las comunidades fueron privadas de su poder de decidir la propia vida y construir sus propias soluciones. 500 años de regirnos por valores y normas ajenas a nuestros pueblos, han carcomido nuestra voluntad de poner al servicio de los demás el potencial de lo que somos y lo que tenemos.
Tres siglos de colonia, dos de estado republicano y treinta años de neoliberalismo han conseguido que la gente haya perdido confianza en sus propias capacidades y espere soluciones venidas de fuera. 500 años de historia colonial y de dependencia han logrado forjar un ambiente individualista, que sofoca los vínculos humanos de ayuda mutua y que ha creado una clase política que sólo piensa en su interés personal y de grupo. 500 años en donde las comunidades fueron privadas de su poder de decidir la propia vida y construir sus propias soluciones. 500 años de regirnos por valores y normas ajenas a nuestros pueblos, han carcomido nuestra voluntad de poner al servicio de los demás el potencial de lo que somos y lo que tenemos.
Continuará....
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