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viernes, 18 de julio de 2014

Dos proyectos, dos caminos (Parte II y última)




Este es el problema. Hay dos Méxicos frente a frente. Guillermo Bonfil Batalla denominó "México profundo" a los pueblos que viven los valores de la solidaridad, que se cuidan unos a otros, que procuran juntos resolver las necesidades generales, que respetan la memoria colectiva y se atienen a la savia que brota de las raíces comunitarias.
El México profundo cree que la vida es mejor si todos nos ayudamos, nos contentamos con lo suficiente y ponemos todo nuestro empeño en conservar vivos los valores y principios que distinguen a cada comunidad, porque de eso depende la confianza de ser parte de un grupo de personas que dan la amistad y el servicio que logra la felicidad de cada quien y de todos.
En cambio, el otro México, el "imaginario", es el de los ranchos, pueblos y ciudades que se han separado de las costumbres que antes dieron vida a sus antepasados y han abrazado modos de vida egoístas, envidiosos y contaminados por la avaricia. 

Al México imaginario lo ha deslumbrado el cuento de que todos podemos ser ricos y felices si competimos con los demás y vemos a la naturaleza como un objeto inerte, que produce riqueza. Para quienes viven en el México imaginario, la felicidad está en tener cosas, lograr la fama y adaptarse a la sociedad capitalista que premia la astucia personal y castiga el empeño sincero de buscar el bien de todos.
Un deber de la actual generación de teulenses y de mexicanos es meditar en cuál de los dos Méxicos estamos viviendo y descubrir las consecuencias que eso implica para la vida personal, familiar, social, ambiental y política. 
Los problemas actuales y el porvenir que nos espera son dos buenas razones para dejar nuestra indiferencia y dar paso a actitudes de responsabilidad, cuidado y compromiso.
A fin de cuentas, sólo tenemos dos alternativas: o desenterramos el México profundo, el pueblo donde se viven los valores comunitarios o continuamos con el México y el Teul imaginarios, que nos hacen creer que vamos rumbo al progreso si seguimos criterios y comportamientos que poco tienen de humanos.
El primer camino, el del México profundo, está abierto al autovalimiento, al cuidado fraterno, a las decisiones responsables y a la autonomía de crear el propio destino.
El segundo camino, el del México imaginario, nos mete en el callejón oscuro de la dependencia, la manipulación del poder, el abandono del bien común y la desproporción suicida.


Hugo Ávila Gómez

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