Este
es el problema. Hay dos Méxicos frente a frente. Guillermo Bonfil
Batalla denominó "México profundo" a los pueblos que viven los valores
de la solidaridad, que se cuidan unos a otros, que procuran juntos
resolver las necesidades generales, que respetan la memoria colectiva y
se atienen a la savia que brota de las raíces comunitarias.
El
México profundo cree que la vida es mejor si todos nos ayudamos, nos
contentamos con lo suficiente y ponemos todo nuestro empeño en conservar
vivos los valores y principios que distinguen a cada comunidad, porque
de eso depende la confianza de ser parte de un grupo de personas que dan
la amistad y el servicio que logra la felicidad de cada quien y de
todos.
En
cambio, el otro México, el "imaginario", es el de los ranchos, pueblos y
ciudades que se han separado de las costumbres que antes dieron vida a
sus antepasados y han abrazado modos de vida egoístas, envidiosos y
contaminados por la avaricia.
Al México imaginario lo ha deslumbrado el cuento de que todos podemos ser ricos y felices si competimos con los demás y vemos a la naturaleza como un objeto inerte, que produce riqueza. Para quienes viven en el México imaginario, la felicidad está en tener cosas, lograr la fama y adaptarse a la sociedad capitalista que premia la astucia personal y castiga el empeño sincero de buscar el bien de todos.
Al México imaginario lo ha deslumbrado el cuento de que todos podemos ser ricos y felices si competimos con los demás y vemos a la naturaleza como un objeto inerte, que produce riqueza. Para quienes viven en el México imaginario, la felicidad está en tener cosas, lograr la fama y adaptarse a la sociedad capitalista que premia la astucia personal y castiga el empeño sincero de buscar el bien de todos.
Un
deber de la actual generación de teulenses y de mexicanos es meditar en
cuál de los dos Méxicos estamos viviendo y descubrir las consecuencias
que eso implica para la vida personal, familiar, social, ambiental y
política.
Los
problemas actuales y el porvenir que nos espera son dos buenas razones
para dejar nuestra indiferencia y dar paso a actitudes de
responsabilidad, cuidado y compromiso.
A
fin de cuentas, sólo tenemos dos alternativas: o desenterramos el
México profundo, el pueblo donde se viven los valores comunitarios o
continuamos con el México y el Teul imaginarios, que nos hacen creer que
vamos rumbo al progreso si seguimos criterios y comportamientos que
poco tienen de humanos.
El
primer camino, el del México profundo, está abierto al autovalimiento,
al cuidado fraterno, a las decisiones responsables y a la autonomía de
crear el propio destino.
El
segundo camino, el del México imaginario, nos mete en el callejón
oscuro de la dependencia, la manipulación del poder, el abandono del
bien común y la desproporción suicida.
Hugo Ávila Gómez
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