Hugo Ávila Gómez
Emerson creía que en lo cotidiano se guardan signos propicios para los días venideros. Por eso es conveniente explorar lo cercano, lo humilde, la filosofía de la calle, la literatura de los pobres, el significado de la vida doméstica. Estrechar entre los brazos todo lo común e inclinarse al pie de lo familiar y lo sencillo. Lo cercano no es menos maravilloso que las cosas remotas. Lo cercano explica lo lejano. La gota es un pequeño océano.
El sábado 24 de diciembre hubo en el Teul un evento como los que encantaban a Emerson. Se presentó la pastorela La Anunciación del Arcángel San Gabriel. Esta pastorela no es de ahora, viene de más antes. Nadie sabe la fecha exacta de su creación ni los años que lleva representándose. Por los diálogos, el lenguaje usado y los nombres de los personajes se puede entender que es una obra que tiene por lo menos 150 años de antigüedad, si no es que más.
El nombre de pastorela se debe a las representaciones lírico-humorísticas que cantaban los trovadores medievales. Pastorela es diminutivo de pastora y en estas obras se narra cómo una mujer campesina tiene que recurrir a su ingenio e inteligencia para zafarse de las trampas y engaños de un caballero que intenta enamorarla con no tan buenas intenciones.
Al mismo tiempo, en el Medievo europeo se hacían autos sacramentales para representar escenas bíblicas que mediante imágenes, relatos, diálogos, poesía, cantos y música los agentes eclesiásticos realizaban parte de su labor evangelizadora.
Cuando llegan a la Nueva España los primeros frailes, se dieron cuenta del desamparo en que habían quedado los indígenas, privados de cultura, religión, gobierno propio y, en muchos casos, de su libertad. Asimismo, advirtieron el gusto por el teatro de aquellos nativos de estas tierras. Pronto indagaron que en sus ceremonias rituales, los indígenas se valían de la lectura de poemas, de representar con movimientos a animales a los que atribuían poderes misteriosos; así como también cantaban y realizaban acrobacias.
De esta manera los religiosos franciscanos, dominicos, agustinos y jesuitas decidieron utilizar el teatro como medio para propagar la nueva doctrina entre aquellos habitantes del Nuevo Mundo, necesitados de consuelo y de protección en un ambiente hostil en su propia tierra.
Los autos sacramentales y las pastorelas de la Vieja Europa se transformaron en las pastorelas mexicanas, en donde se hacían representaciones, de autor anónimo, con escenas del nacimiento del niño Jesús. Las composiciones eran en verso y empleaban el lenguaje, los elementos y los símbolos del mundo rural indígena. Igualmente, incorporaron todo aquello que tanto gustaba a los antiguos pobladores prehispánicos: la música, la danza, los cantos, el lenguaje florido y los símbolos que aludían a las bellezas de la vida cotidiana. Todo ello hizo que las pastorelas fueran eventos muy atractivos para la gente que vivió en la época virreinal en nuestro país. Y se representaban para el día 24 de diciembre y el 6 de enero, y en algunas regiones para el día 3 de enero, Día de la Santa Cruz.
Con el tiempo, los frailes fueron dejando sus parroquias en manos del clero secular y diocesano, dependiente directamente de los obispos. Dejaron de atender a la mayoría de la feligresía de la Nueva España y, entre otras cosas, privaron al pueblo de dirigir y acompañar las representaciones teatrales donde los pastores se dirigen al portal de Belén para adorar al Niño Dios, con ayuda del arcángel Miguel o Gabriel, soportando las tentaciones y tropiezos que les ponía Luzbel a lo largo del camino.
Sin embargo, la tradición de la pastorela había arraigado en el corazón del pueblo mexicano, que para entonces ya no era sólo indígena, sino que lo mestizo venía a formar un nuevo rostro a la diversidad de la población novohispana. Aun sin sacerdotes interesados en las pastorelas, los habitantes de ranchos, comunidades, pueblos y barrios urbanos se siguieron organizando para representar fielmente las pastorelas tan queridas por ellos. Es la propia gente quien guarda la memoria oral de los versos de las pastorelas y, en muchos casos, ellos mismos empezaron a escribir los coloquios para que el paso del tiempo no borrara la herencia dejada por los antiguos primeros evangelizadores de la Nueva España. Preparan con esmero los atuendos de los personajes: pastores, Gila, ermitaños, ángeles, demonios y la familia del niño Jesús. Y hacen todos los ensayos necesarios para realizar unas representaciones bien logradas.
En el caso de Zacatecas, la mayoría de municipios cuentan con al menos una pastorela. En todos los casos, son las personas de la comunidad quienes cuidan que esta tradición siga en pie. Y ajenos a la dinámica de la sociedad moderna, que todo lo vuelve negocio y espectáculo, los habitantes de ranchos, barrios y pueblos mantienen viva la pastorela como un acto de fe, de devoción a sus creencias y de gusto por reunir a la comunidad en convivencias alegres y amistosas.
La pastorela que se representa en el Teul de González Ortega lleva el nombre de La Anunciación del Arcángel San Gabriel. No se conocen datos acerca de su antigüedad. Se supone que es, por lo menos del siglo XIX. La señora María Guadalupe Doñate Bobadilla es la sobreviviente de más edad de la pastorela que se presentaba apenas unos cuantos años después de la Guerra Cristera. En aquel tiempo, ella era una niña de ocho años de edad y ya le empezaron a asignar un papel para actuarlo. Con el tiempo, muchos años la hizo de Gila. Por eso conoce tan bien los diálogos y todo lo que tiene que ver con la pastorela. Fue ella, doña Lupe, quien informó a Cruz Manuel Jacobo Doñate, su sobrino, cómo eran los pasos de las distintas danzas, así como las tonadas de los cantos que aparecen a lo largo de los coloquios de la pastorela que dura cerca de dos horas.
El señor Cruz Manuel Jacobo Doñate, desde su juventud participa en esta pastorela que alrededor de 1995 dejó de representarse. Con la decisión de revivir esta obra, el año pasado fue a visitar a su tía Lupe que vive en Tepechitlán y ella le ayudó a recordar versos, pasos y tonadas de la pastorela. De regreso, Cruz Manuel, ayudado por Olga Karina Ambriz González, invitaron a un grupo de amigos y vecinos a ensayar la pastorela. Anteriormente los personajes, salvo Gila y la Virgen María, eran todos actuados por hombres. Pero en esta ocasión no pudieron integrar el elenco como marca la tradición y ahora ocurre lo contrario: casi todos los personajes son ocupados por mujeres, señoras y muchachas, y solamente son representados por hombres los dos ermitaños, dos pastores, además de Bartolo y el señor San José.
¿Por qué vale la pena poner atención en el trabajo de estas personas que hacen la pastorela del Teul? ¿Qué signos propicios encontramos en esta obra para los días y años venideros?
Observamos la creatividad del pueblo. De todos los participantes, sólo tres personas habían tenido la experiencia de ser parte de la pastorela en la década de los 70, 80 y 90 del siglo pasado. Todos los demás llegaron por invitación o porque en su familia permanece la memoria de la pastorela a través del recuerdo y las historias de los abuelos y padres. Eso quiere decir que había que hacerlo todo. En la familia de Cruz Manuel Jacobo Doñate recuperaron el texto de la pastorela y con manos inexpertas en letras, escribieron los diálogos completos. Es la única versión escrita que se conoce. Luego, del recuerdo de los integrantes más antiguos surgieron los vestuarios, los báculos de los pastores, la recreación de los diálogos, el ensayo de las diferentes danzas y los tonos de los diversos cantos que aparecen a lo largo de la representación. Toda la obra surgió de la inventiva y del trabajo creativo de quienes participan en el grupo. Ellos solos se organizan como pueden, sin patrocinios, ni apoyo de ningún tipo de personas o instituciones ajenas a la experiencia de la pastorela. Es digno de reconocerse la iniciativa y la capacidad de creación de este grupo de personas. Así surgieron los pantalones, camisas y blusas blancas; también los vistosos y elegantes báculos, el vestuario de los demonios y ermitaños, los morrales de los pastores.
La pastorela es una antigua tradición que sobrevive gracias al cariño, la memoria y el trabajo de un grupo de personas que por puro gusto se decidieron revivir una representación que hacía 15 años no se realizaba. Este es un buen ejemplo de cómo puede ser el rescate de las tradiciones y del patrimonio cultural inmaterial. Lejos de la cultura universitaria que frecuentemente se queda en el discurso hueco, en la investigación para acumular puntos en la carrera escalafonaria y muchas veces alejada de la práctica social, la pastorela del Teul muestra cómo la gente del propio pueblo, con interés genuino y con una motivación fuerte se dedican a recuperar y cuidar con entusiasmo una obra del teatro comunitario de esta región de Zacatecas.
Con frecuencia esperamos que sean los especialistas quienes rescaten el patrimonio cultural local y la microhistoria. Esperamos que otros hagan lo que está en nuestras manos; esperamos que gente extraña aprecie los tesoros de la cultura propia para empezar a fijarnos en las cosas valiosas que crearon las generaciones pasadas. En este caso, el trabajo del grupo comunitario que recrea la pastorela La Anunciación del Arcángel San Gabriel nos enseña que sólo es necesario estrechar entre nuestros brazos lo común, valorar lo cercano, inclinarnos ante lo familiar, desempolvar las costumbres que tuvieron sentido para la vida de las generaciones que nos antecedieron, costumbres que ahora pueden ayudar a devolver el dinamismo, la confianza y la creatividad que tanta falta hacen en nuestros ambientes donde predomina el mal gusto, la frivolidad, el desarraigo, la dependencia por las creaciones foráneas, la inutilidad para crear nosotros mismos las soluciones a la problemática local.
Lo que buscamos, lo tenemos. No hay que pedir, hay que dar de la riqueza que nace de la vida interior, de la fraternidad, de la confianza, de la amistad, del amor por el pasado, de la cercanía con lo mejor de nuestras tradiciones. Este parece ser el mensaje del grupo de teatro comunitario dirigido por Cruz Manuel Jacobo Doñate y Olga Karina Ambriz González.
A fin de cuentas, este es centro del mensaje de la Navidad: ha nacido el niño que nos muestra el camino, la verdad y la vida, a través del amor al prójimo, de la simplicidad de vida, de dar lo mejor de nosotros mismos, de pedir perdón y de perdonar a quienes nos ofenden, de hablar con sinceridad, de buscar relaciones humanas cordiales y amistosas, de trabajar por espacios humanos donde predominen el amor, la justicia, la alegría, la buena fe, la ayuda mutua, la confianza, el respeto, el cuidado por la naturaleza y el trabajo realizado con gusto. Esta es la experiencia de quienes hacen y quienes presencian la pastorela La Anunciación del Arcángel San Gabriel. Un teatro comunitario que refleja la vida y que inspira a vivir de una forma sencilla y auténtica.