Las carpas de los gitanos sí existen. Lo más importante es la imaginación y la fantasía. Volver a la inocencia, al disfrute de los placeres sencillos, frecuentar las actividades que nos reconcilian con la vida y con las personas. Tener la humildad y la paciencia de volver a jugar. Estos parecen ser los mensajes del último día de celebraciones por el 475 Aniversario de la Fundación del Teul.
Por la mañana, los niños jugaron a las canicas, al bebeleche, la cuerda, el changais y al trompo. La mayoría de ellos nunca había tenido contacto con estos juegos. Jugaron como pudieron, pero fue evidente que el trompo y la canicas requieren de tiempo y constancia para despertar la habilidad para jugar. Sin embargo, lo importante fue que este día cerca de ochenta niños teulenses repasaron algunos juegos de más antes y gozaron con el reloj, chile mole y pozole, el cuadro, la choya, el changais, arrimaditos. Juegos que fueron coordinados por muchachos más grandes y, en algunos casos por dos señores que se ofrecieron a recordar sus viejos tiempos de jugar en las calles y banquetas de tierra del Teul de aquel entonces.
Los premios fueron trompos, churumbelas, muñecas de tela, yoyos, canicas, diademas, baleros, bolsos y monederos para niñas, matracas, un juego de damas chinas en madera.
Por la noche, la compañía de teatro Rehilete Azul, de Guadalupe, Zacatecas, nos enseñó que lo más importante es la imaginación y la fantasía, con la obra de teatro Abuela, llegó la carpa. Que trata de un niño que se la pasaba en la computadora y los juegos electrónicos, y que no creía que su abuelita se divertía antes con las carpas de los gitanos, hasta que se encontró con una compañía de gitanos que lo llevaron a la magia de una carpa de títeres con trapecistas, leones amaestrados, elefantes que caminan parados de manos, una bailarina árabe, el negro cubano cachimba y su habilidad para bailar.
Con este programa dedicado a los niños y a quienes se divierten como niños, cerró el programa de festejos por el 475 Aniversario de la Fundación del Teul.
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