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domingo, 12 de junio de 2011

Por qué apoyo a Javier Sicilia

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Enrique Krauze


A Francisco Segovia (Proceso 1805) le extraña mi adhesión al Movimiento que encabeza Javier Sicilia. No sé de dónde saca que, al hacerlo, pongo “mis barbas a remojar” por el influjo de los movimientos en el mundo árabe; o dónde leyó “acusaciones” mías a Sicilia; o por qué cree que mis artículos sobre Sicilia, publicados en Reforma, pretenden traer “agua al molino panista”. Sus elucubraciones no tienen que ver con mis ideas. No hay misterio en mi apoyo a Sicilia, y le explicaré por qué. 

Apoyo a Javier Sicilia, en primer lugar, por solidaridad con el amigo en su dolor. Lo que ha vivido Javier es, sin hipérbole, una tragedia bíblica. Pero Sicilia está reescribiendo por su cuenta, con su vida y su ejemplo, el Libro de Job. Aquel personaje a quien Dios privó de sus hijos volteó su ira contra Él. En cambio Sicilia, sacando fortaleza de su fe –que es la fe fundadora de la espiritualidad mexicana– ha convertido la ira en acción cívica. Tengo claro que ni siquiera Sicilia, con su genuina alma franciscana, puede cerrar los ojos a la existencia del Mal, muchas veces irreductible. Pero entre el Bien y el Mal hay una amplísima zona gris. Creo que su palabra y actitud han movido muchas conciencias en esa zona, y moverán más.

Apoyo a Javier Sicilia porque la respuesta a su llamado ha sido espontánea, libre y muy sustancial. En unas semanas ha logrado un sólido liderazgo. No hay acarreos en quienes lo siguen y escuchan: hay un conglomerado social que está “hasta la madre” y ha decidido nombrar a sus muertos, externar su crítica a la política gubernamental (apresurada en su origen, irreflexiva en su estrategia, ineficaz en su desempeño) y buscar vías alternativas para encarar el estado de pasmo, temor y postración que él ha llamado de “emergencia nacional”. 

Apoyo a Javier Sicilia porque creo que su Movimiento busca el fortalecimiento y la articulación de la sociedad civil. Sin esa participación no podremos recobrar la paz en las calles y las conciencias. La sociedad civil debe encontrar cauces de organización y expresión, y debe llamar a cuentas a los poderes, a todos los poderes: institucionales, partidarios, fácticos, mediáticos, empresariales, sindicales, eclesiásticos, etcétera. 

Apoyo a Javier Sicilia porque creo que finalmente concebirá una posición realista frente al inmenso poder de la delincuencia organizada y el universo de lo ilícito. Proceso documentó en su número pasado muestras visuales y documentales irrefutables sobre la naturaleza de ese mundo. Encarna el Mal, y frente al Mal no hay tregua posible. Javier Sicilia deberá encontrar una narrativa política y moral sobre ese tema. Confío en que lo hará.

Apoyo a Sicilia porque su Movimiento se inscribe en una corriente de anarquismo cristiano que proviene de Tolstoi (inspiración de Gandhi), con la que siempre he simpatizado. Su estirpe es la de Iván Illich, aquel original pensador que vivió entre nosotros y cuyas obras nos dejaron una crítica perdurable a las desmesuras, convenciones, cegueras y torpezas de nuestra sociedad. Esa corriente se vincula con un sector de la izquierda mexicana que no proviene del tronco comunista sino comunitario, cuyas raíces se fortalecieron a partir de los años sesenta. Aunque la corriente cristiana de Sicilia es muy crítica de las posiciones liberales –las mías propias–, también es sensible a la diversidad y respeta la pluralidad. Con ella se puede dialogar, con ella se puede construir.  

Apoyo a Sicilia porque creo que su Movimiento puede convocar a la reflexión nacional sobre el tema de la criminalidad en el plano teórico y las ideas prácticas. Es preciso repensar las raíces de nuestro actual predicamento y sus derivaciones filosóficas y jurídicas. Y es necesario también tener ideas concretas, discurrir acciones (simbólicas, jurídicas, mediáticas) que tengan un impacto profundo en México y, sobre todo, en Estados Unidos: nuestros muertos financian sus adicciones. 
Apoyo a Javier Sicilia por un acto de coherencia elemental. Así apoyé al doctor Salvador Nava en la tenaz lucha cívica que desarrolló durante más de tres décadas contra el torvo caciquismo del PRI en San Luis Potosí. La Marcha de Sicilia, con la imagen de Juanelo en su camiseta, me recuerda esa otra Marcha de Nava, enfermo terminal pero lleno de esperanza democrática, a la Ciudad de México. Fue un honor estar con don Salvador. Es un honor estar con Javier. 
Proceso, Nº 1806, 12 de junio de 2011

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